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Kurt Austin y el resto del equipo de la NUMA han hecho todo lo posible para salvar al Ethernet, un yate que ha naufragado en el océano Öndico. En la embarcación se encontraba Brian Westgate, un billonario que hizo su fortuna con una empresa puntera en informática, su esposa Sienna y sus dos hijos. La se¤ora Westgate es una antigua conocida de Kurt... ambos mantuvieron una apasionada relación hace un tiempo, por lo que conseguir socorrerla también es una cuestión personal para él. No obstante, durante el rescate el yate se parte en dos y solo consiguen salvar la vida de Brian.

Kurt ha recibido un golpe muy duro, y dos meses después todavía le persiguen las pesadillas del hundimiento del Ethernet. Incluso se encuentra en tratamiento psicológico, de modo que no sabe si debería confiar en sus sospechas de que Sienna segue viva y de que el accidente ha sido una artima¤a para secuestrarla y obligarla a trabajar en contra de los intereses de su país.

En realidad Kurt no sabe si se está volviendo loco o podría estar en lo cierto, y solo hay una forma de averiguarlo. Acude a las oficinas de la NUMA para reunirse con sus compa¤eros, Joe Zavala y los demás chicos, y para asistir a un acontecimiento excepcional: la presentación del software Phalanx, una maravilla inhackeable, que Westgate ha ideado, con la ayuda de Sienna, para proteger todos los datos importantes del país.

Kurt no es la única persona que piensa que Sienna podría estar viva. Ella es, de hecho, un target muy apetitoso para los enemigos del estado ya que es un genio informático que siempre ha participado activamente en los proyectos de su marido.

Por este motivo, el vicepresidente de EE. UU. y Dirk Pitt, de la NUMA, deciden enviar a Kurt a Irán, donde presuntamente se encuentra Sienna. Lo que el equipo no podía prever es que Sienna fue secuestrada por una banda con una larga tradición familiar de delincuencia que se había propuesto venderla al mejor postor.

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Nací en Albacete, hace más a¤os de los que aparento, y crecí en un hogar donde se amaba el dibujo, la música, el cine y la literatura, así que ¿cómo no sucumbir ante aquel raudal de arte y cultura? Desde muy joven sentí el impulso de transmitir mis inquietudes a los demás ya fuera dibujando, escribiendo o tocando la guitarra que enchufaba a un viejo magnetofón para desgracia del vecindario.

Tal vez, sin saberlo, además de alimentar mi alma con escritores como Charles Dickens, Pérez Galdós, Edgar Allan Poe, Dashiell Hammet, Elmore Leonard, Eduardo Mendoza y Stephen King, fui forjando el narrador que llevaba dentro y que, a medida que pasaban los a¤os, reclamaba con mayor fuerza, poder narrar sus propias historias.

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